Pim, pam, pum... Amor by Nick Spalding

Pim, pam, pum... Amor by Nick Spalding

autor:Nick Spalding [Spalding, Nick]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788499983004
editor: Grupo Planeta
publicado: 2013-05-20T22:00:00+00:00


DIARIO DE LAURA

Domingo, 5 de junio

Querida mamá:

Sabía que era demasiado bonito para ser cierto. No creo que vuelva a ver a Jamie Newman nunca más.

Todo sucedió la noche del viernes y solo ahora me siento capaz de expresarlo con palabras.

Me he pasado el fin de semana en un estado de vergonzosa conmoción y, aunque no suelo tener reparos en contar mis desventuras amorosas, esta quedará entre tú, Jamie, yo y cualesquiera divinidades celestiales que anduvieran observándonos (y descojonándose de la risa, claro).

La tarde empezó con el habitual odio a mi ropero. He llegado casi al extremo de no salir de casa a gusto si no paso primero diez minutos despotricando contra mi patético sentido de la moda. Literalmente, solo se salvaba una prenda: el precioso vestido color crema que compré para la boda de Melina y Travis el año pasado y que nunca llegué a ponerme por culpa del «incidente». ¿Recuerdas? Te lo conté: el de cuando ella encontró las fotos de su prima desnuda en el móvil de Travis. Aquel drama ya es agua pasada.

En fin, que ese era el vestido que quería ponerme. Solo había un problema: íbamos a cenar fajitas. La cocina mexicana a base de salsas y los vestidos color crema no son una buena combinación.

Pero ¿qué otra elección tenía? Era o eso o el vestido largo malva de escote desbocado, el vestido de cóctel con la mancha permanente de absenta o el mono de Elvis que compré para una fiesta de Halloween hace dos años. Casi me decido por el de Elvis, solo por ver la cara que habría puesto Jamie. Si llevásemos saliendo un par de meses, la broma habría tenido su gracia, pero plantarme en su casa cantando All shook up con un peto de lentejuelas en la segunda cita no era muy buena idea, por descontado. Total, que el vestido crema era mi única opción. Solo tenía que comer con mucho mucho cuidado, eso es todo.

Queda patente, al abrir la puerta de su casa, que Jamie ha decidido echarse un frasco entero de desodorante Lynx esta noche. Le perdono (y contengo la respiración), porque por lo menos ha pecado más por exceso que por defecto…, lo que siempre es mejor, a mi modo de ver. La camiseta y los vaqueros son bonitos, eso sí. Es evidente que estrena la primera, puesto que la etiqueta de Burton sigue colgando del cuello por la espalda. Me falta poco para decirle algo, pero no quiero avergonzar al pobre chico. Si hubiese sabido en esos momentos cómo iba a desarrollarse la velada, no habría tenido tantos miramientos con él.

El delicioso aroma de las fajitas que flota desde la cocina es incluso más fuerte que el Lynx que lleva Jamie, y noto que me suenan las tripas. No he comido prácticamente nada en todo el día para tener un apetito voraz esta noche. Incluso si Jamie es un cocinero malísimo, me comeré lo que me ponga delante. Es otro de los consejos de Tim para las citas —consejo razonable desde un punto de vista retorcido y masoquista.



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